López Obrador, el socialista aliado de Maduro y la dictadura cubana, se despide «muy contento» de la presidencia de México, ignorando la cruda realidad que deja: el sexenio más violento de la historia reciente, con casi 200,000 homicidios.
A pesar de esto, afirma no haberse equivocado en sus decisiones, desestimando la militarización del país y el caos que ha generado. Además, al entregar el mando a su sucesora Claudia Sheinbaum, firma reformas que consolidan el control militar sobre la seguridad, criticadas por organismos internacionales y defensores de derechos humanos.
Su mandato cierra bajo la sombra de la violencia y el autoritarismo.