Los discursos oficiales suelen pintar un panorama alentador. Desde la llegada del partido Político (MORENA) actual gobierno. Se ha pregonado una lucha frontal contra la corrupción y un compromiso inquebrantable por estabilizar la economía mexicana. Sin embargo, cuando el peso del día a día recae en los bolsillos de las familias, la narrativa se enfrenta a la realidad.
El aumento del salario mínimo ha sido, sin duda, uno de los logros más destacados de esta administración. Con un incremento del 135% entre 2018 y 2024, parece un avance significativo.
A partir de este año, el salario mínimo alcanzó los 278.80 pesos diarios en el país y 419.88 pesos en la frontera norte, un alivio aparente para los trabajadores.
Pero, como en toda ecuación económica, el aumento de ingresos no es suficiente si los costos de vida siguen creciendo a un ritmo superior.
La canasta básica, que incluye alimentos y productos esenciales, se ha convertido en el mejor termómetro de la economía familiar. Para 2024, adquirirla requería 1.54 salarios mínimos, un indicador que pone en evidencia que el poder adquisitivo no se ha fortalecido como se esperaba.
A pesar de los aumentos salariales, la inflación y el encarecimiento de bienes básicos han seguido su curso, erosionando el impacto positivo en el bolsillo de los mexicanos.
Ahora, con el reciente aumento en los peajes del Estado de México, las familias enfrentan un nuevo golpe a su economía.
Las autopistas, esenciales para el transporte y la movilidad diaria, se han convertido en un lujo que no todos pueden costear.
Estos ajustes, aunque aparentemente justificados por la necesidad de mantener la infraestructura, reflejan una desconexión entre los discursos políticos y las necesidades reales de la población.
El tipo de cambio peso-dólar ha sido motivo de orgullo para las autoridades. En 2023, la apreciación del peso alcanzó niveles históricos, situándose en torno a los 17.20 pesos por dólar. Sin embargo, en 2025, la moneda ha sufrido una depreciación significativa, alcanzando los 21.43 pesos por dólar.
¿Qué tan sostenible es celebrar una economía sólida cuando la volatilidad del peso se convierte en un recordatorio de que los avances pueden desmoronarse en cuestión de meses?
Al escuchar los discursos oficiales, parece que estamos en el umbral de una nueva era de prosperidad.
Sin embargo, en los hogares mexicanos, la sensación es distinta.
El aumento de los salarios no compensa el encarecimiento de la vida; los logros económicos se evaporan entre los gastos cotidianos; y los peajes, que suben de manera silenciosa, se suman a la lista de preocupaciones diarias.
Es irónico que un gobierno que prometió acabar con la corrupción y estabilizar la economía ahora vea a las familias mexicanas luchando para llegar a fin de mes, mientras se anuncian con bombo y platillo los incrementos salariales y las supuestas fortalezas económicas. Tal vez, en este camino de «transformación», el verdadero logro no sea mejorar la vida de los ciudadanos, sino lograr que aplaudan mientras se endeudan para pagar la gasolina, los peajes y el pan.
Y así, seguimos adelante, construyendo un «rumbo prometedor» donde el salario sube, pero el poder adquisitivo baja; donde la moneda se fortalece, pero pierde valor; y donde el discurso oficial dice «vamos bien», mientras el pueblo se pregunta:
¿y hacia dónde?
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