Tensión creciente entre Mali y Argelia tras el derribo de un dron turco.

La tensión entre Mali y Argelia ha escalado tras el derribo de un dron militar maliense, un Bayraktar Akıncı de fabricación turca, el 1 de abril de 2025 cerca de la frontera común en Tin Zaouatine. Argelia sostiene que el dron violó su espacio aéreo por 2 kilómetros, justificando su acción como defensa de la soberanía nacional. Mali, por su parte, niega la incursión, afirmando que el dron operaba en su territorio, a 9,5 kilómetros de la frontera, en una misión de vigilancia contra grupos terroristas, y acusa a Argelia de un acto hostil premeditado.

El incidente ha desencadenado una crisis diplomática. La Alianza de Estados del Sahel (AES), formada por Mali, Burkina Faso y Níger, retiró a sus embajadores de Argel, calificando el derribo como una «agresión» y una violación del derecho internacional. Mali también abandonó la Comisión Militar Conjunta (CEMOC) y planea presentar una denuncia ante organismos internacionales, acusando a Argelia de «patrocinar el terrorismo». En respuesta, Argelia cerró su espacio aéreo a Mali, llamó a consultas a sus embajadores en Mali y Níger, y aplazó el envío de un nuevo diplomático a Burkina Faso. Mali replicó cerrando su espacio aéreo a Argelia.

El contexto agrava la situación. Las relaciones entre ambos países se deterioraron tras los golpes de estado en Mali (2020 y 2021) y la creación de la AES en 2024, que rechaza la influencia occidental y acusa a Argelia de apoyar a rebeldes tuareg. Argelia, históricamente mediadora en Mali, critica el uso de drones y mercenarios por parte de Bamako, señalando inestabilidad regional. Analistas, como Rida Lyammouri, sugieren que el conflicto podría limitarse a una guerra verbal debido a la superioridad militar argelina y la falta de control total de Mali sobre la zona.

El derribo también refleja dinámicas geopolíticas más amplias, con Mali fortaleciendo lazos con Turquía (proveedora del dron) y Rusia (a través de mercenarios), mientras Argelia busca mantener su influencia en el Sahel. La retórica de ambas partes apunta a una escalada controlada, pero sin canales de diálogo efectivos, el riesgo de mayor fricción persiste.

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