Por Amando J Garcia; A lo largo y ancho de nuestro país, la percepción es clara: algo no está funcionando. La inseguridad se ha convertido en una sombra permanente en estados como Sinaloa, Chiapas, Tabasco, Guanajuato, Guerrero y muchos otros; mientras los ciudadanos viven bajo el asedio del crimen, los gobiernos de estos estados parecen sordos ante la crítica.
Más bien, las críticas les incomodan, y en lugar de responder con soluciones, se apresuran a defender, sus inacciones, con el respaldo de los Congresos estatales y federales.
El país parece deslizarse, y aquellos en el poder parecen más preocupados por consolidar poder total, que por asumir su responsabilidad de gobernar en beneficio de todos.
Como si las tensiones políticas no fueran suficientes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ahora atraviesa una crisis que amenaza con inclinar aún más la balanza del poder.
Siete ministros han anunciado su renuncia, una decisión que, según el ministro Juan Luis González Alcántara, es un “acto de responsabilidad” y una manera de defender la autonomía judicial. ¿Su salida responde a la ética profesional o a las presiones políticas?
La SCJN busca evitar la elección popular de jueces, una medida incluida en la reforma judicial que, de no ser detenida, podría significar un duro golpe a la independencia de los poderes.
Sin embargo, para algunos líderes en el oficialismo, como la presidenta Claudia Sheinbaum, la renuncia masiva no es más que un pretexto para asegurar un retiro vitalicio.
Entre los rumores y las insinuaciones, Morena ya ha rechazado la posibilidad de que la Corte invalide esta reforma judicial, avivando un posible conflicto entre el Poder Judicial y el Congreso.
La advertencia de una “crisis constitucional” se escucha con fuerza en el Senado, y mientras los poderes chocan, la ciudadanía, en su mayoría ausente, parece no notar la gravedad de lo que está en juego.
En una democracia donde la participación ciudadana es baja, el poder queda en manos de unos pocos, mientras el país observa desde la distancia cómo las decisiones cruciales se toman en medio de disputas y cálculos políticos.
No se trata de que todos estemos de acuerdo, sino de que las decisiones reflejen una mayoría real, informada y activa, no el interés de una minoría ruidosa y apasionada que define el “rumbo del país”.
¿Tendremos la capacidad de construir una nación justa y segura si solo se concentran en el poder sin atender las causas?.
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