Columna Periodística -Por Carlos Avendaño.-
Sinaloa en picada: la tormenta económica que apenas comienza. La verdadera tragedia para la economía sinaloense no es lo que ya ocurrió, sino lo que está por venir. Aunque algunos sectores insisten en minimizar la situación, los datos del INEGI son por demás contundentes: durante el cuarto trimestre de 2024, el Producto Interno Bruto (PIB) Estatal, cayó un -6.78%, una de las peores contracciones económicas a nivel nacional. El dato más alarmante, sin embargo, proviene del corazón productivo de Sinaloa: de las actividades primarias, es decir, la agricultura, la ganadería y la pesca, mismas que registraron una caída del -28.6%. No es una cifra menor. Representa un colapso estructural del principal motor económico de la entidad. Para ponerlo en perspectiva: esta caída triplica el promedio nacional y deja claro que Sinaloa atraviesa una crisis sin precedentes en el sector agrícola. No es una casualidad que el maíz blanco, el tomate, el chile y otras hortalizas sinaloenses, estén perdiendo terreno en los mercados nacionales e internacionales. Lo que estamos viendo es el resultado acumulado de una sequía histórica, del desmantelamiento de políticas públicas de apoyo al campo y del abandono institucional al pequeño y mediano productor. Pero ahí no termina el desastre. A esta crisis productiva se suma un fenómeno que viene gangrenando silenciosamente la economía local: la inseguridad pública. En los últimos ocho meses consecutivos, los delitos patrimoniales, la violencia rural y los bloqueos a la movilidad de mercancías han escalado, afectando directamente la operación de las empresas, los productores y los trabajadores. La inversión se frena, los costos logísticos se disparan y la incertidumbre se instala como norma. Por todo esto, ya desde ahora se puede anticipar que los indicadores económicos para este año 2025 y el año 2026 serán aún más sombríos. Lo que veremos en los próximos meses, no será una desaceleración temporal, sino una recesión prolongada si no se aplican medidas de emergencia contundentes. Lo que Sinaloa necesita con urgencia es un plan de rescate agrícola, inversión en infraestructura hídrica, programas de reconversión productiva, y, sobre todo, una estrategia integral de seguridad pública con enfoque económico. Sin estas acciones, las regiones corren el riesgo no solo de quedarse atrás, sino de convertirse en una zona de desastre estructural. Hoy más que nunca, hay que dejar de maquillar las cifras y asumir la realidad con seriedad. Porque si la caída del 2024 fue brutal, lo que viene puede ser todavía peor…
Clases a distancia… pero de la violencia. En Sinaloa los estudiantes no quieren clases en línea por capricho: las quieren para salvar el pellejo. En muchísimos planteles del estado, la educación se ha convertido en una ruleta rusa. Una quinta parte del alumnado asiste. ¿El resto? Resguardado en casa, porque salir a estudiar en algunas zonas de Sinaloa es casi como firmar un parte de guerra. Mientras tanto, la flamante Secretaria de Educación Pública y Cultura, Gloria Himelda Félix Niebla, brilla… pero por su ausencia. Desde mayo -sí, MAYO- padres, docentes y directivos han intentado contactarla para pedir una respuesta real a la violencia que acorrala a las escuelas. Pero nada. Silencio institucional. ¿Será que también se resguarda? Porque si algo tiene claro el gobierno estatal es la máxima de “más vale que digan: aquí corrió, que aquí murió”. Por si fuera poco, el profesorado está haciendo malabares imposibles: intentar enseñar a los pocos que llegan presencialmente, mientras el resto espera clases virtuales… que nunca llegan. Porque claro, en Sinaloa la tecnología va más despacio que las balas. Y la Secretaría de Educación ni está, ni se le espera. ¿Y la Secretaría de Seguridad Pública? Bien, gracias. Prometieron “proximidad con las escuelas”, pero desde enero ya ni se acercan. La seguridad en los planteles parece delegada a la Virgen de Guadalupe o a San Juditas. Pero aquí viene la cereza del pastel educativo sinaloense: no quieren clases virtuales no porque no puedan, sino porque interrumpirían la derrama económica. Claro, si los niños no van a la escuela, no compran frituras, no se suben al camión, no gastan en lonche. Y eso, en la lógica del gobierno estatal, afecta al PIB más que la educación misma. Una niñez con miedo, pero con consumo activo. Vaya política pública. Mientras tanto, la SEPyC no evalúa el daño educativo. No ajusta el calendario. No replantea el modelo. No propone ni un mísero plan B. Todo lo anterior, al parecer, le tiene sin cuidado a la brillante secretaria Gloria Himelda Félix, que si algo ha demostrado es que su especialidad es la educación, en modo avión…
Sinaloa: laboratorio de la austeridad… mal hecha. Si alguien busca un caso de estudio sobre cómo quebrar unas finanzas públicas en tiempo récord, no hay que ir a Harvard ni a la London School of Economics, tan solo basta con mirar hacia Sinaloa, el único estado del país que logró lo imposible en 2024, que le recortaran las participaciones federales. Sí, mientras otros estados reciben cheques del cielo con el sello de Hacienda, a Sinaloa le tocó la tijera. Fue el único que vio una disminución real en las participaciones, como si la Cuarta Transformación lo hubiera confundido con un paraíso fiscal. Y, por si fuera poco, el SAT -ese ente que no perdona ni a los tianguistas- le clavó una demanda por 2,300 millones de pesos al gobierno estatal. ¿La razón? Supuestos adeudos fiscales heredados. Parece que el SAT trató al gobierno sinaloense como si fuera cualquier empresa morosa, con la sutil diferencia de que aquí no hay acta de disolución, pero sí riesgo de disolución financiera. ¿Y cómo respondió el gobierno estatal ante semejante incendio? Pues con un cerillo más grande: solicitó un crédito por 2,200 millones de pesos a la banca comercial. Porque cuando el dinero no alcanza, qué mejor que endeudarse con los bancos que te cobran intereses como si fueran agiotistas con logo corporativo. El resultado: unas finanzas estatales en terapia intensiva, con deuda nueva, ingresos federales en declive, y una demanda multimillonaria encima. Pero eso sí, con discursos oficiales donde todo está “bajo control” y en “estricto apego a la legalidad”. Como si la bancarrota viniera con moño tricolor. En resumen: Sinaloa no solo produce: tomates, maíz y camarón. Ahora también produce déficit, litigios fiscales y deuda pública. Y lo hace con eficiencia quirúrgica. Un verdadero ejemplo de cómo aplicar la austeridad, hasta que truene todo…
Sin Redundar y diciendo las cosas tal y como son. Suyos los comentarios estimados lectores…
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