Carney ha declarado su intención de liderar una coalición de países con valores compartidos, promoviendo la cooperación internacional y el intercambio libre de bienes, servicios e ideas. En un discurso el 3 de abril en Ottawa, afirmó: «Canadá está listo para asumir un rol de liderazgo en la construcción de una coalición de países afines que compartan nuestros valores». Expertos como Colin Robertson, exdiplomático canadiense, destacan que Carney es el primer ministro mejor preparado desde los años 60 para asumir este rol, gracias a su extensa red de contactos y credibilidad internacional.
Su estrategia incluye diversificar el comercio canadiense hacia Europa, Asia y Australia para reducir la dependencia de EE.UU., que actualmente absorbe el 90% de las exportaciones de petróleo de Canadá. Además, ha prometido aumentar el gasto militar y trabajar con el fondo de defensa de 800 mil millones de euros propuesto por la Unión Europea, buscando fortalecer la autonomía de Canadá frente a las presiones estadounidenses. Sin embargo, analistas como Chris Hernandez-Roy advierten que la limitada influencia global de Canadá, debido a un ejército subfinanciado y una economía estancada, podría restringir el alcance de Carney como líder occidental.
La presidencia de Canadá en el G7 en 2025, con una cumbre programada en Alberta en junio, le brinda una plataforma para consolidar su liderazgo. No obstante, debe equilibrar su retórica anti-Trump con la necesidad de evitar una confrontación directa que perjudique la economía canadiense, profundamente integrada con EE.UU.. Su victoria, impulsada por un sentimiento nacionalista ante las provocaciones de Trump, ha sido celebrada por líderes como Sandro Gozi, quien la ve como un freno al «imperialismo» de Washington.
En resumen, Carney aspira a un rol de liderazgo global basado en la defensa del multilateralismo y la soberanía, pero su éxito dependerá de su capacidad para navegar las tensiones con EE.UU. mientras fortalece la posición de Canadá en el escenario internacional.
